Una cuestión lingüística convertida en política. La traducción de nombres propios siempre es compleja, y como se esboza en la Ortografía de la lengua española (2010, § 2.2), responde sobre todo a cuestiones sociolingüísticas. Por este motivo, el empleo de topónimos como Lleida, Girona o Sanxenxo en castellano siempre es conflictivo. Si seguimos con lo que se señala en la OLE, «los hispanohablantes pueden emplear, siempre que exista, la forma española de estos nombres geográficos, y transferir aquellos topónimos que posean una expresión única, catalana, gallega o vasca» (2010, p. 642). Así pues, siguiendo tales directrices, diremos que hemos pasado un fin de semana en Amberes, y no en Antwerpen, o que la ciudad de Lloret de Mar está en la provincia de Gerona, y no de Girona —aunque en documentos oficiales haya que utilizar este último término, como señala la Fundéu—.

Pero vayamos al quid —pronúnciese [kuíd] o [kid]— de la cuestión. En las últimas semanas, con motivo de la final de la Champions League entre el Real Madrid y la Juventus de Turín, se han anunciado en los medios catalanes los nombres de ambos equipos de una manera un tanto peculiar. Y digo peculiar porque el nombre del conjunto merengue ha sido traducido al catalán, de tal forma que se ha convertido en el Reial Madrid —no sé si algún aficionado madridista, entre los millones que hay en Cataluña, llamaría así a su equipo—. Esta es una cuestión bastante puñetera, porque se está traduciendo un nombre propio que, además, es una marca, por lo que se puede inferir un trasfondo que poco tiene que ver con la lingüística y sí tiene mucha relación con la política. Porque, por esa regla de tres, y puestos a traducir los nombres de los equipos al catalán, ¿por qué no llamaron Joventut a lo que el resto de mortales conoce como Juventus?

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Se olvidaron de traducir el nombre de Pepe por Pep. Extraído de http://www.aldia.cat/esports/noticia-pepe-confirma-seva-sortida-les-formes-reial-madrid-no-estat-correctes-20170606105620.html 

Insisto en que esta es una cuestión que se rige por motivos sociolingüísticos y políticos. En inglés o francés no se traduce el nombre de Real Madrid como Royal Madrid, pues se entiende que no solo es un nombre propio, sino que además es una marca. Por este motivo, en castellano no llamamos a Los Ángeles Lakers Los lagueros de Los Ángeles, ni a los Golden State Warriors los llamamos Los guerreros del Estado dorado. Lo propio en este tipo de casos —cuando nos referimos a entidades, nombres de equipos o marcas— es respetar la forma registrada, e incluso aquella que esté más consolidada. Verbigracia, es frecuente referirnos al F.C. Barcelona como el Barça, a pesar de que esa c con cedilla no es propia de nuestra ortografía actual, como vimos en un artículo de hace unas semanas.

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Extraído de la página web www.fcbarcelona.es

En suma, la traducción del nombre del Real Madrid deja ver una falta de respeto hacia una entidad que no se llama como desde ciertos sectores —a veces, lamentablemente, se hace desde la página web oficial del F.C. Barcelona— la llaman. Si siguiéramos el mismo criterio, habría que hablar de ilustres personalidades culés como Javier Hernández, José (o Pepe) Guardiola o Carlos Puyol. Aunque mi propuesta va más allá: traduzcamos el nombre del F.C. Barcelona al latín, y hablemos, por tanto, del Barcinonensis Pediludii Societas.